En el principio era el caos, abismo incoloro, rugido del silencio, Tehon vagando en la ausencia del espacio, la vaciedad del desorden, el oscuro impreciso. Y Ruah, el aliento inasible, la nada majestuosa de Dios, aleteó sobre la masa absoluta de las aguas y fue su voz, y su voz fue palabra y fue cosmos, y Tehon trocó en el todo de lo que ahora es. Elohim bereshit y fue ruptura y fue juntura y colgó lámparas en el alto celeste y situó un jardín al oriente del Edén. Y entonces la tierra fue huesos, sangre, piel, saliva, esperanza, deseo. Fue Adam en el encrucijo de Ruah y Tehon. Adam en luz, tinieblas, búsqueda, desesperación, asombro, soledad, anhelo. Fue el tiempo y el tiempo se hizo río, árbol, horizonte, conflicto.
Y fue Ella. Lo otro, necesario reflejo, hermosa pureza incompleta, hondo destello de todas las sombras. Y fueron dos en el abrazo ruptural de cielos y tierras, vida, llanto, destino, sueños, preferencia, desalojo, camino, semilla, porvenir. Y supieron que a las espaldas de Elohim estaba el desierto, y anduvieron descalzos los nuevos silencios y un día en una cueva hicieron un pájaro de letras que fue mancha acuarela contra una piedra, signo primigenio, la otra palabra, la nuestra. Dibujo, cántico, gesto, poesía.
¿De quién fue la mano que trazó ese grito? ¿Quién enseñó la muesca del lenguaje tallado en cuevas, tablas, juncos? Fueron ellos, vinieron del mar y trajeron los signos, los colores, las voces del cuerpo. Ellos quebraron el silencio del desierto, vinieron de las aguas, del abismo, del vientre mismo de Tehon.
lunes, agosto 17, 2009
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